Demasiado grandes para saber que los grandes harían un mundo
donde no hay. Demasiado chicos para enfrentar la exigencia requerida, la edad
justa para saber que por ahí oculto había un deseo…
Un público no muy conforme con todo lo que ocurría pero que había
jurado y perjurado silencio absoluto y que apuraba el momento y la resistencia…
Esas mejillas que siempre delataban lo que sentían, y esos
ojos que se abrían más, y que no dejaban
de observar buscando el permiso mutuo, la aceptación.
El miedo, la vergüenza se escaparon justo en ese momento
cuando por fin estaban uno contra otro, respirándose brevemente, encontrándose
entre labios…
Ni eterno, ni breve, pero el grito general terminó todo … y
si él ponía cara de fastidio, ella no iba a decir que le gustó, y el barullo
aturdía y todos querían seguir jugando…
Demasiado grandes para saber que no podía ser casual, lo
suficientemente jóvenes para declarar el final, la edad justa para volverse a
encontrar…
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